"Que linda mesada..." mientras dice eso inclina el cuerpo un poco mas adelante y apoya las manos en la mesada como para probar su resistencia, pero en realidad esta haciendo eso para levantar su cola, provocándome con ese jean que le calza perfecto, demostrarme que es real que bajó cuatro kilos y que su cintura de avispa quede al desnudo al salirse el pullover del jean.
Huelo el peligro, se planchó su pelo azabache, se pintó los labios del color que a mi me gusta.
Se da vuelta, sonríe y me dice: "te acordás aquella vez que cogimos en la mesada del departamentito..." y se interrumpe mirándome la boca.
Nos miramos por un instante que pareció un siglo sin decirnos nada.
Nos besamos hasta perder el aliento. Ella se apartó. Me tomó del cinturón. Lo desajustó
sin apartar su mirada de la mía, bajó el cierre de la bragueta y metió la mano ahí.
La mano estaba fría por el contacto con la mesada, pero no me importó.
"Si me prometes no confundirte, podemos repetirlo".
"¿Donde tengo que firmar?"
Y las prendas volaron.
3.- NEGOCIACIÓN
Esto es un ejemplo de la nueva etapa: la de comenzar a negociar.
Si me das esto, te doy lo otro. Si cedo acá vos cedes allá.
Es el intervalo donde uno se da cuenta que tiene muchos cabos sueltos que debe atender. Las neuronas comienzan a vencer a los sentimientos.
Entonces uno negocia. Primero con uno mismo y luego con los demás.
Eso no se termina con una separación.
Si ya perdiste la pareja, aún podes conservar la familia.
Si entendés eso, vas por buen camino. Aprendiste otra cosa en la vida.
En esta època le dije a N que había que hablar con los chicos y la familia. Que era hora de formalizar la separación, porque si bien no vivíamos juntos nadie tenia idea de que era definitivo.
No quería que N quedara ante nuestros hijos como que ella era la solicitadora de la separación.
Eso podía complicarle el duelo a los chicos y le terminarìan pasando factura a ella al quedar como la mala de la película. Así que ante los demás siempre quedó como que la ruptura fue de los dos.
Sin embargo, hace muy pocos días, a casi un año de mi mudanza, en una cena con sus padres y mis hijos, N confeso que la ruptura la había solicitado ella. Supongo que fue por defenderme de las crìticas de mis ex suegros.
Un amigo que ya tiene doce años de divorciado me aconsejó “ni se te ocurra comenzar a negociar lo económico hasta que se te pase el rencor”. Fue el consejo más sabio de todos los que recibí. Ya me sentía mejor luego de tres meses y era ya hora de sentarse a hablar de números.
Y comenzamos a hablar con N de los temas económicos. Conscientes de que si no nos poníamos de acuerdo los abogados se iban a llevar casi la mitad de nuestros bienes que no eran muchos: una casa grande y un buen auto más unas pocas deudas. No fue difícil ponerse de acuerdo.
Como si se tratara de celebrar el acuerdo logrado, volvimos a tener sexo con N.
Fueron días alegres, pero ninguno de los dos se confundió. Para mi fué una sorpresa acostarme con ella y descubrirme no sintiendo nada, como si se tratara de esa vecina con la que te encamás solo porque esta muy buena. Y supongo que ella sintió lo mismo. El síntoma de que todo marchaba bien era que al terminar, ella se vestía y se iba. Nada de charlas post coito, ni puchito en la cama, ni filosofía post-orgásmica.
No duró mucho, un día ella dejó de visitarme y yo jamás le pregunte nada.
4.- TRISTEZA
La tristeza acompaña el rencor desde el primer día, si.
Pero un día se te cae el techo.
Es como si en la caída libre te das cuenta que solo quedan unos pocos metros para el final.
El consuelo es que estás entrando en el tramo final.
No soy depresivo, no fue una etapa de estar tirado en la cama, ni abandonarme todo el día, ni pensar en el suicidio. Pero si fueron otros tres meses de perder mi alegría, mi sentido del humor, de tener mucha tristeza. Fueron días donde me volví a sentir como en aquellas semanas donde se murió mi padre. Todo era tan parecido, la sensación de pérdida era la misma. Cada día parecía sin sentido e interminable. Comía lo indispensable, perdí peso. Me dejé la barba y caminaba encorvado. Hasta que un día en un shopping, me vi reflejado en un espejo de cuerpo entero y lo que vi me hizo reaccionar. Ese no era yo. Fue como un baldazo de agua helada.
A los que Dios no les otorga la fe, les concede el ego.
5.- ACEPTACIÓN
Un día me sentí distinto, como contaba en mi segundo post.
LLegó de la nada. Sin previo aviso.
Volví a afeitarme. Volví a mi gimnasio habitual a hacer las cuatro sesiones por semana acostumbradas. Recupere peso, volví a caminar erguido. Recuperé la mirada de algunas mujeres en la calle. Volví a sonreír.
Y a los seis meses de separado hice mi primer perfil en un sitio de citas por Internet.
Finalmente la resignación aparece como un paracaídas que se abre justo a tiempo, para evitar hacerte torta contra el suelo por una caída libre de la que apenas nos damos cuenta.
Como el paracaidista, caemos, nos revolcamos, tragamos algo de polvo, pero sobrevivimos
Y comenzamos a pensar en el próximo salto.
Y a sentirnos así.....