PATITAS CORTAS

Estoy esperando en el auto la llegada de mi hija. Dos veces por semana tenemos esta rutina.

Ella se toma el ómnibus que la traslada casi seis kilómetros hasta llegar donde yo estoy ahora estacionado.

Y por esas cosas del destino, la parada esta justo enfrente del edificio donde vivimos casi 15 años y frente a la plaza donde ella pasó interminables horas de su infancia.

Puedo ver las seis torres de departamentos frente a la plaza. Estoy mirando la ventana del que fuera nuestro departamento. Es como si el tiempo no hubiera pasado. No son recuerdos que me hacen mal. Todo lo contrario. Me reconfortan.

Hoy la plaza es hermosa. Los arboles han crecido a fuerza de riego subterráneo. En el césped crecido juegan un par de perros. Y los gritos de los niños se escuchan desde los juegos.

Me parece que al alzar la vista y mirar el tobogán la voy a ver a mi hija, que siempre fue intrépida, como si todavía tuviera que vigilarla de cualquier golpe.

Llega el onmibus a la parada. Hace una semana que no la veo. Estoy desesperado por verla. Por el espejo retrovisor del auto aparece Laurita que baja y me busca con la mirada. Al reconocer el auto se viene hasta donde estoy. Me bajo. Voy hasta ella y la abrazo.

Trato de que no se de cuenta de mis lágrimas porque sino me reta.
Subimos al auto y mientras la llevo hasta la escuela de danza árabe mantenemos el siguiente diálogo:

-¿Todo bien?
-Si Pa.
-¿El cuchino? (aunque no es su nombre, así le decimos a nuestro perro)
-Hincha pelotas como siempre....
-¿Como se lleva con el nuevo inquilino?
-Bien. Me dice y se queda pensando como dudando lo que me va a decir, pero me lo dice:
-El otro día Gustavo le dijo unas palabras en alemán y le hacia caso.
-¿Así?
-Si, decía una palabra y le daba la pata. Le decía otra y se sentaba.
Nos reímos porque en casi siete años tanto a ella como a mi nos costó mucho que el perro aprendiera eso.
-¿Ese era el secreto?
-Si Pa.
Mientras estamos parados frente a un semáforo, le cambio de tema
-¿Como esta tu madre?
-¿Está con muchos dolores?
- No creo. Si le doliera no estaría con el culo pegada a la compu.
-¿Se siguen peleando por usar la compu?
-Igual, con los exámenes no tengo tiempo ahora de Internet.
-¿Viaja sola a Bs As?
-No. Va con Gustavo.
Recuerdo las palabras de N, había dicho “viajo” y no “viajamos”. Justamente ese “viajo” me había sonado como un freno a mi posible pregunta sobre si iba acompañada.
-Mejor que vaya acompañada. Le digo
-Si. Pasa que Gustavo tenía un congreso en Buenos Aires programado para esta fecha, entonces la invitó a Ma. Por eso se van casi una semana.
-¡Mirá que bien!
Llegamos a la escuela. Me da un beso y se baja.

Hace unos días me entere por uno de esos amigos virtuales que aparecen en el msn que otro de los motivos del viaje de G y N es una fiesta. No hay congreso de G. Eso es una fachada para la nena.
Como me entero y el porque de la fiesta merece todo un post, queda para la próxima.

El viaje de N a Buenos Aires es también un viaje de placer y distensión. N no viaja sola y no va exclusivamente a hacerse ver por su dolencia, como me la quiso vender.

La verdadera historia no le resta méritos a G.

No tiene nada que ver con eso.

Tiene que ver con que N, una vez más, no me dijo toda la verdad y sigue jugando conmigo el rol de “pobrecita”.